
Perfil de joven
Joaquín Sorolla
Óleo sobre lienzo, de 52 x 32cm. Firmado y dedicado a su querido amigo Ferrari, presumiblemente protagonista del retrato.
A finales de 1884, por patrocinio de la Diputación Provincial de Valencia, Sorolla consigue la plaza de pensionado en la Academia Española en Roma por su cuadro El grito del Palleter. Se traslada a Roma en los primeros meses de 1885, donde los directores de la Academia Española en Roma le imponen abandonar el naturalismo y cultivar el dibujo a línea en sus trabajos como pensionado. Sorolla nunca encontró negativo un dibujo previo y contundente en toda obra pictórica, apreciable en la mayoría de sus lienzos, razón por la cual algunos no le consideran impresionista.
Llegada la primavera de 1885, se desplaza unos meses a París junto a su amigo, el también pintor Pedro Gil, donde conoce de cerca la pintura impresionista, que produjo en él, ya de regreso en Roma, variaciones en su temática y estilo, aunque como el mismo Sorolla reconoció abiertamente, el realismo exacerbado y valiente de Jules Bastien-Lepage, sería su guía y modelo de su futura obra. En 1887, vuelve a Italia y se instala en Asís, donde pinta obras en las que empieza a mostrar las inquietudes lumínicas que irá desarrollando. El joven Sorolla está en crisis, catarsis necesaria para alcanzar la madurez y consolidación como artista. En esta situación, con 24 años, podemos contextualizar este Perfil de Joven. Para este retrato, utiliza una paleta de colores tierra e ilumina con ocres claros. Su pintura es espontánea y de elegancia extrema. Usa y abusa de la gruesa, rotunda y gran pincelada, carácter enérgico e impulsivo heredero del realismo español, línea impuesta en su formación académica hasta 1885, en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia y tan estudiado en sus visitas a Madrid, en 1881 y 1882, que le permitieron copiar cuadros de Velázquez, Ribera y El Greco en el Museo del Prado.