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SOBRE VICENTE MARÍN

Nací en lo que en Soria ya considerábamos  plena post Guerra Civil Española, un  28 de Abril de 1937, momento de austeridad absoluta en toda la nación y no digamos en Bretún. Fui el octavo de los nueve hijos de una familia humilde. Mis padres fueron Vicente Marín y Agustina Miguel. Para desdichas de la vida, mi padre falleció el 1 de octubre de 1947,  después de un año de dura enfermedad, dejando viuda a mi madre  con 47 años y 9 hijos. Yo contaba  9 años. En estas circunstancias todos mis hermanos mayores tienen que salir a buscar sustento, se dirigen a Madrid, donde contábamos con familia. En Bretún nos quedamos por un tiempo mi madre viuda y mis hermanos menores, Carmen y Agustín.  En el año 1948 llega a Bretún el sacerdote Matías Campo, gran apoyo para la familia.  Deciden llevarme a estudiar en la congregación religiosa de los Salesianos,  pasando por Pamplona, Barcelona y Gerona. Pero a los cuatro años dejo los Salesianos y paso a los misioneros del Verbo Divino, donde estoy otros cuatro años, dos  de ellos como noviciado.  Un poco antes de hacer los votos la congregación decide que soy un poco rebelde y me invitan a dejar la orden.

 

Desde entonces,  emprendo el periplo de mi vida. Hago el servicio militar en el regimiento de artillería de Huesca. El Coronel y el captan deciden mandarme a Sanidad para que haga  curso de enfermero militar, con lo que juro bandera en Zaragoza y de ahí paso a hacerme cargo del botiquín y enfermería del regimiento cuartel de Huesca.

 

Terminado este periodo, regreso a Madrid y trabajo en la empresa de construcción Cantosa, que está trabajando en el Alcázar de Toledo, pero no me gusta trabajar entre las paredes de la oficina y decido volar hasta Mallorca por un año. Consigo trabajar en la inauguración del Hotel Cid, luego paso al Hotel Cisne, pero no obstante sigo con mis inquietudes y vuelvo a Madrid.

 

En el año 1962 empiezo a trabajar de mayordomo en el Castillo de Higares en Mocejón (Toledo). Propiedad de Don Pedro Gandarias  de Urquijo y Doña Bárbara. Por este castillo pasan en esta época grandes personajes como  Ava Gardner, Mel  Ferrer, Audrey Hepburn, y John Wayne, la mayoría de las veces acompañados de Ricardo Sicre. También grandes toreros de la época como Tinín , Solanito, El Viti y Diego Puerta, pianistas como Arturo Pavón , cantaores como Manolo Caracol.  y Politicos como Giscard d'Estaing, Una vez terminada esta época, paso por los restaurantes de Mayte y Richmond. Posteriormente decido montar un bar en la Avenida Donostiarra, el ambiente era horrible pues este barrio estaba lleno de “madams, celestinas y chulos”, aquí había anécdotas de lo más pintorescas, algunas inconfesables. Harto de este ambiente me desplazo a Londres, con contrato en el Royal Automobile Club de Pall Moll.  Fue un año de mi vida muy divertido, ya que tuve la suerte de entablar amistad con el manager de los lujosos almacenes Fortnum & Mason , que abastecen a Buckingham Palace, con él, frecuentábamos uno de los pubs más divertidos y privados del momento, por lo que pude ir a grandes estrenos como Jesucristo Superstar o West Side Story.

 

Regreso a Madrid en 1970 y paso a dirigir el Hotel Galiano, que pertenece a José Miguel López Díaz de Tuesta, persona que ya conocía en la década de los sesenta. De nuevo tuve la suerte de codearme con los personajes más carismáticos de la época. Alguno de ellos  los traté como verdaderos amigos, entre ellos recuerdo a Luis Escobar Marqués de las Marismas, al compositor Fernando Moraleda, al retratista Clemente Camino, Conde de Romanones, Príncipe Pio con su palacio en Montbello en Italia, Luis Reina, marido de Titi Saboya, al pintor César Manrique, Fernando Arbex, Pepe Dámaso, Mikel Navarro, Emilio Barbero, Duarte Pinto Coelho, Ricardo Mendizabal, Esperanza Ridruejo, etc... Esta época trascurriría de lo más interesante dado la genialidad de estos personajes. Yo era el más joven de todos ellos y poco a poco me quedé sin estos amigos. Pero sin haberlos abandonado antes, me dedique con verdadera dedicación a la dirección del Hotel, proporcionando a Miguel Conde de Atarés una vida de lo más cómoda y holgada, y pudo dedicarse a viajar con verdadero lujo.

 

Así trascurrirían todas estas décadas, pero como todo en la vida, lo que tiene un principio tiene un fin. Todos cumplimos años y la decadencia personal se va  apoderando de nuestro físico y condicionándonos, y como los años nos dan mucha experiencia y nos hace ser generalmente positivos y a la vez un poco conservadores, y a consecuencia de ello deseamos que lo conseguido sobre nuestra efímera vida pueda tener una trascendencia generacional. Pero ni José Miguel , cuyo Hotel regenté durante 40 años, ni yo, tenemos descendencia. José Miguel muere a los 92 años, tiene 20 años más que yo, así que se estableció una relación como de padre e hijo.  Yo perdí a mi padre con 9 años, con lo que siempre me faltó la carencia paternal y el Sr Conde al no tener hijos, también le faltó a quien dirigir tal afecto. Y en cuanto a lo material y patrimonio, al no tener obligaciones legítimas, decidió que todos sus bienes pasasen a mí con libre disposición, pero a mí me sucede lo mismo, no tener obligaciones legítimas ni de sucesión, y por eso decido hacer la Fundación Vicente Marín y José Miguel López Díaz de Tuesta para poder perpetuar su memoria y que todo este Patrimonio pueda ser disfrutado por todo el mundo y que esta zona tan falta de todo sea un rincón de Tierras Altas de Soria, de lo más apetecible y enriquecedor para visitar.  

 

Os doy el saludo y abrazo más cariñoso que podáis sentir, y aquí en Bretún os dejo que disfrutéis  y enriquezcáis vuestros sentidos y sentimientos. Gracias.  

 

Vicente Marín

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