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Niño Jesús dormido sobre la cruz

Bartolomé Esteban Murillo

En este lienzo el gran maestro del barroco sevillano nos muestra una imagen conmovedora del Niño Jesús dormido sobre la cruz. La figura aparece desnuda sobre un manto carmesí, donde un haz de luz resalta la silueta frente al oscuro fondo fundiéndose en una suave gradación. Es el juego de luces y sombras tan típico del barroco.

La composición diagonal centra el interés en el tercio de la izquierda. Diagonal que crea tensión, pero que se rebaja con la ternura y gracia del niño recostado, de nuevo, barroco es estado puro.

 

Dos elementos son claves en la escena: la calavera y la cruz. Con el primero, el niño parece abrazar y asumir sin preocupaciones su trágico destino, su sacrificio en favor de la humanidad. La calavera se convertía en ocasiones en un elemento decorativo que aparecía en las tumbas o en las composiciones de las vanitas para recordar al hombre la brevedad de la vida y la inanidad de lo humano. En el Barroco también se convierte en símbolo de la piedad.

 

En cuanto a la cruz, el arte cristiano se deleitó a lo largo de su historia, y especialmente en la Edad Moderna, proyectando sobre la infancia inocente de Jesús la sombra de la cruz. El contraste entre la feliz despreocupación de un niño y el horror del sacrificio al cual estaba predestinado, fue concebido para conmover los corazones.

 

Murillo trató en diversas ocasiones el tema del Niño Jesús durmiendo sobre la cruz, en composiciones distintas a la que vemos aquí pero con una iconografía muy similar que incluye al Niño, la cruz y la calavera. Son obras de reducido tamaño, destinadas a oratorios privados.

 

Sobre el Pintor:

Bartolomé Esteban Murillo, nacido en Sevilla y bautizado el 1 de enero de 1618, fue un destacado pintor español del período barroco. Comenzó su formación en el estilo naturalista tardío, pero luego evolucionó hacia el barroco pleno, mostrando una sensibilidad que en ocasiones adelantaba al rococó en algunas de sus creaciones más peculiares e imitadas, como la representación de la Inmaculada Concepción o del Buen Pastor en forma de figura infantil.

Murillo fue una figura central en la escuela sevillana de pintura, contando con numerosos discípulos y seguidores que difundieron su influencia hasta bien avanzado el siglo XVIII. Además, fue el pintor español más reconocido y apreciado fuera de España, siendo el único al que Sandrart dedicó una breve pero ficticia biografía en su obra "Academia nobilissimae artis pictoriae" de 1683.

Si bien gran parte de su producción estuvo condicionada por los encargos de iglesias, conventos y devotos sevillanos, Murillo también cultivó de manera continua e independiente la pintura de género a lo largo de su carrera, a diferencia de otros destacados maestros españoles de su época.

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